Todos tenemos nuestras necesidades, no creáis que sois únicos.
El asomarse al Abismo, comentaba el otro día la Diosa con su Mayordomo, produce un hambre distinta, un Hambre con mayúsculas. Y ese esa necesidad la que conduce, finalmente, de nuevo, a los pies de la Diosa a los sumisos, los perros, las sissies.
¿Por qué? ¿Por qué duele tanto ese Hambre, hasta el punto en que a veces es una necesidad perentoria que te hace percibir que todo está hueco de significado hasta que sales de la sesión?
Bueno, muchos dirán que es un mecanismo de equilibrio, de reencontrar tu punto de armonía entre una sociedad injusta, dura y coartante, que te obliga a seguir unas absurdas reglas que juzga y prejuzga todo lo que no esté en el estándar de lo aceptable.
Otros dirán, simplemente, que es esa parte que todos ocultamos que pugna por salir cuanto más mejor, y que cuanto más tienes, más quieres. Tampoco es una mala respuesta. Es parte de nuestra naturaleza, subeditada a las normas de lo convencional y aceptable, de nuevo.

Y todo eso cobra sentido, todo eso queda a un lado, emergemos de una gris crisálida, cuando, tras colgar la llamada, tras cerrar la cita, nos encontramos, por fin, con un suspiro de alivio, a los pies de la Diosa, esperando Su Voluntad. Porque ese descanso, realmente, no tiene precio, sabiendo que Ella lo controla todo, que a Sus pies estás bien, tranquilo, excitado y que ello te realiza.
El Hambre se sacia entonces, apenas se huele su fragancia, —y los que la habéis olido, sabéis de qué hablo—, y escuchas su suave voz, ves sus voluptuosos labios y la implacable Voluntad que todo lo puede con el alma sumisa.
Es la solución al deseo de postrarse y obedecer, de lamer los pies, de eliminar la masculinidad y ser convertido en mujer, de ser un perro, de, simpelmente, dejar emerger ese otro lado que a todos nos cuesta reprimir muchas veces.
Por eso, cuando el Hambre aprieta… bueno, la solución es más fácil de lo que parece: elevar la plegaria a Domina Ghalia, y acudir a verla.