Las dos primeras sesiones
Había pedido principalmente sesiones de castigo y humillación, aclarando que no me importaban las marcas. Así que acordamos fecha y hora, y fue confirmado por su Mayordomo, que me envió la dirección en un email muy formal y respetuoso. Fue un detalle divertido, pero que también demostraba que el respeto era tanto demandado como otorgado. Así, me ofrecí a llegar diez minutos antes de la sesión, no para ganar ese tiempo en sesión, sino para no malgastar nada de tiempo en los preparativos, lo que además fue un grato detalle, y te deja tener exactamente todo el tiempo por el que has pagado, ni más ni menos. Y puedo garantizar que es lo que obtienes. No hay presión por el orgasmo, y el orgasmo no es visto como el final de la sesión en absoluto.
Al llegar fui recibido por una chica encantadora, y con dos besos en las mejillas según la costumbre española, lo cual fue una sorpresa para alguien de Europa del norte. El lugar es una gran casa española, localizada en una zona céntrica pero discreta, a una distancia óptima de la estación de tren, y el sótano es una mazmorra perfectamente acondicionada con distintos utensilios, mobiliario adaptado e instrumentos para el castigo y la inmovilización. No son del tipo más duro y te puedes liberar si entras en pánico, con algo de esfuerzo. Y así es como están construido actualmente: para la seguridad del paciente.
Domina Ghalia es capaz de aprovechar todo el tiempo concertado, alternando el tratamiento psicológico (cuál es el significado de ser un esclavo, responder, repetir frases, una y otra vez), moviéndome de un instrumento a otro, dándole masajes en los pies, muchas insinuaciones con alta carga erótica, pero dejando muy claro que todo ese flirteo es pare de la sesión. No ofrece sexo tradicional o «vainilla», lo cual me parece perfecto, puesto que no es por lo que había venido.
Tuve puesto el cinturón de castidad todo el tiempo, y tras la sesión, pedí una hora para la del siguiente día. Lo llevé puesto toda aquella noche en el hotel, y al final, me provocó tal dolor y expectación que cambié mi sesión de una hora del día siguiente por una de tres horas. Estaba, simplemente, impresionado por su interpretación, y quería volver a vivirlo una vez más.
Mi única “queja” era que convinimos que no me importaban las marcas en el cuerpo, y a la mañana siguiente, todas las que tenía se habían ido. No se veía ninguna. En algunos casos puedo entender las ventajas de que esto ocurra cuando se tiene esposa, pero yo suelo disfrutar las marcas que me quedan por más de una semana e incluso dos después de una sesión dura.
Esa fue una de las razones por las que quise repetir en la sesión del día siguiente, con más dureza y después de que me quitara el cinturón de castidad. Y fue duro. Hubo mucho dolor, infligido con fusta y tortura de pezones, y también me hizo gritar en algunos momentos, pero, salvo por el a marca negra que quedó en mi pene, y en este punto Ghalia me preguntó continuamente si no me importaban las marcas después de darme con la fusta en los genitales. Pero no quedó ninguna señal pasadas 24 horas.
Esto me hizo sentir tremendamente seguro durante las sesiones. No hay duda de que Ghalia sabe exactamente lo que hace en todo momento y cómo lo hace, y todo ello está hecho con una gran pasión. Es obvio que a ella le gusta infringir ese dolor a los hombres. Puedes sentir claramente que es un modo de vida para ella, pero también que quiere que sus clientes dejen su mazmorra en el mismo estado físico que cuando entraron. Esto hace que el tiempo transcurrido allí sea maravilloso: no consideras que estás en una sesión, consideras que lo que ocurre es la realidad. Y controlar este tipo de juego de roles es extremadamente difícil y lo convierte prácticamente en un arte.