Os dejamos el testimonio de quien fue «mesa de postres» en el último evento en Estudio Ghalia. Disfrutadlo. 😉


Respecto al antes de, en palabras de Ale, durante el principio de la fiesta “se sentía como un regalo envuelto que iban a abrir”. Yo no recuerdo tanto ese sentimiento de anticipación a lo que va a pasar, por lo menos no hasta que ya me veo desnuda delante de la camilla y digo, ah, pues si, me iban a poner comida encima.

Me gustó mucho el momento de preparación de la sorpresa. Colocar con cuidado las flores, las hojas y los dulces, cuidando los detalles. Además, el ambiente de juego y diversión te hacen sentirte muy cómoda desde el primer momento.

Me hacía mucha ilusión además hacerlo con mi pareja. La primera vez lo hice sola y estaba más centrada en mí, en lo que iba sintiendo y en lo que me rodeaba. Esta vez notaba esa complicidad que tenemos, de repente me giraba a mirarlo tumbado en la camilla y lo veía a su vez sonriéndome.

Coincidimos en que nos encanta el momento de desvelar la sorpresa, justo cuando entra la gente. Ale estaba disfrutando mucho con las reacciones de cada uno. Van entrando, al principio con timidez, cuchicheando entre ellos, y poco a poco, se van acercando y atreviéndose a ir cogiendo dulces, comentando lo bonito del espectáculo y lo bien que sabe la nata cuando mojas la galleta en un pezón.

Algunos, más curiosos, se acercan a tu oído y te preguntan algunas cosas: que cómo te sientes, que si te pueden lamer aquí o allí. Realmente saben que hay consentimiento para lamer, pero poder hablar con el plato, y que éste te conteste tiene su aquél. Era genial la sensación de que te van “desnudando” pero de una manera tan sutil.

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Quizás con lo que más me quedo es con el ambiente de cachondeo y risas; las bromas entre los que ya nos conocíamos, la picardía de las mujeres que estaban comiendo de Ale y a las que reté a ponerle nervioso o el tonteo con alguno con quien habíamos estado hablando antes y ahora veía su oportunidad de demostrar interés.

Cuando se acabaron los postres y la gente se disolvió fuimos a ducharnos. A Ale le gustó especialmente el momento de después, de volver vestidos y decentes a la fiesta, dice que se sentía “como si los invitados tuvieran, cada uno, una parte nuestra, como si nos hubieran repartido”.

Por mi parte, no podría elegir entre la experiencia de hacerlo sola o con mi pareja. Fueron muy diferentes, pero ambas geniales. Por un lado, el hecho de compartir la experiencia te hace vivirla de otra manera, y por otro lado, la reacción de la gente es distinta, estando sola van todos al mismo plato, convirtiéndote en el único centro de atención.