Hace unas semanas se ha publicado un documental bastante amarillista, sensacionalista, pero que se basa en algunos hechos probados (el tono y el fondo son cosas distintas) sobre la familia Hammer. Se centran sobre todo en el último vástago de la familia, Armie Hammer, además de recorrer todo el historial más que truculento del árbol familiar. Y, por supuesto, enseguida salió a colación las siglas BDSM, derivada de los gustos de este actor por las prácticas extremas.

El término, como siempre que surge en estos medios y sobre todo en los americanos, ha sido arrastrado, ligado a prácticas directamente extremas, no consentidas y a los instintos sádicos de una persona que usaba el BDSM solo como una excusa para realizar prácticas abusivas, físicas y psicológicas.
Pero no vamos a analizar este caso sino solamente, otra vez, sí, el fondo. El fondo. Y el fondo es que para llevar a cabo prácticas BDSM debe existir conocimiento y consentimiento, cosas que este señor de esa tan poderosísima familia no recababa ni proporcionaba.
Quitando las menciones al canibalismo, que eso es otro asunto, sometía a sus parejas sin conocimientos adecuados sobre dominación y sumisión y sobre la seguridad y consentimiento que son obligados en el BDSM a prácticas de esta índole, algunas quedando por tanto traumatizadas por ello. Y es que eso no es BDSM. No lo es si no hay conocimiento por ambas partes, consentimiento y consensuado, es decir, prácticas habladas de antemano, pactadas, extremas o no. Y si no se hace así, es violencia pura y dura en una relación abusiva y asimétrica.
Por lo tanto, a lo que va este post, no, lo que hacía el señor Hammer NO era BDSM, solo tomaba las prácticas y sobre todo las extremas, para someter a sus diversas parejas a una serie de conductas abusivas.
Porque el BDSM es sobre y ante todo, un pacto con pleno conocimiento sobre cómo quieren LOS DOS que funcione la relación y sobre las prácticas que se van a realizar, respetando límites, necesidades, sentimientos y finalidad de las sesiones y hacia dónde se quiere ir con ello.
El BDSM puede ser duro o suave, extremo o simplemente erótico, pero nunca será una relación abusiva. Sí, es asimétrica, porque hay un top y un bottom, pero los hay de mutuo acuerdo y los debates filosóficos sobre ello que se queden fuera, porque a nadie le interesa lo que hagas en tu cama (o mazmorra) de mutuo acuerdo y consenso.
Y no, el canibalismo no es tampoco una práctica bedesemera. Ni siquiera entra como parafilia.