CAVILACIONES DEL SUMISO CORNUDO -ACTO I-

 

Su cuerpo es grácil, esculpido con la delicadeza de una diosa griega. Un canon perfecto de belleza y proporciones.
Sus manos, capaces de acariciar o de golpear sin piedad, se adivinan estilizadas y delicadas, y lucen alhajas y una manicura exquisita.
A sus pies, sometido por su imponente figura, te inclinas a cuatro patas como un chucho a los pies de su ama. La incertidumbre de no saber lo que te espera, hace que tu corazón palpite en tu cabeza, como cien tambores de guerra.
Te mira… y sonríe maliciosamente.
Se sabe todopoderosa… en su reino y fuera de él.
Ella no demanda igualdad.
Ella no necesita suplicar por las migajas del empoderamiento de la mujer del mundo vainilla.
Ella impone su reinado hegemónico.
Tu Diosa y tú no sois iguales. 
Su supremacía, es manifiesta e indiscutible, porque previamente, y de forma segura, sensata y consensuada, has aceptado que ella es un ser superior.
Una deidad a la que adorar, servir, complacer, obedecer, y rendir tributo y veneración.
Su Reino, sus reglas.
Su visión, a sus pies desde el duro suelo, es imponente e incontestable.
Su atuendo es sencillamente perfecto. De riguroso negro, unos tacones infinitos elevan su figura a los cielos, seguidos de una piernas torneadas, firmes, e irresistibles.
A su cintura, que estiliza su contorno, le sigue un pecho voluptuoso, poderoso y sugerente, adornado con lencería fina de encaje.
Sabes que sus piernas, su turgente pecho y esos labios carnosos, -que adivinas dulces como cerezas frescas-, jamás serán tuyos; pero eres un perrillo moviendo el rabito a los pies de su Ama; esperando un simple gesto suyo, de aprobación o de castigo, que da sentido a tu existencia.
Tu Diosa se acerca, retuerce tus pezones sonriendo, y pregunta frunciendo el ceño “¿porque has llegado tarde?”
Balbuceas incoherencias, y antes de que puedas completar una absurda explicación, una sonora bofetada cruza tu cara.
“Encima de cornudo, impuntual. Te parece normal?” sentencia tu Diosa mientras sonríe divertida.
No tienes opción a replica. Una cascada de tortas, planas y con una cadencia militar, pinta de rojo tus mejillas.
Sientes tú cara caliente, casi hirviendo, tremendamente excitado por el castigo y humillación que te aplica tu Reina y Señora.
“Abre la boca»
Tu Diosa Ghalia deja caer su néctar en tu boca; su saliva cae lenta y majestuosamente en un hilo que cae hasta tu boca; una cuerda de arpa, te une a tu maestra, y casi puedes intuir el sonido del tañir de su musica. Te tambaleas, inundado por la delicia y el júbilo, mientras tu respiración se acelera y puedes oír tus propios jadeos.
Tu pene, generalmente insignificante, se endurece, como el acero toledano de un estoque, y gotea profusamente.
Eres su puta, su perro, su vasallo, y su felpudo; y no entiendes por qué, recorre tu cuerpo un placer indescriptible y sin control ni medida.
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Una realidad se apodera de tu mente y la ilumina como una verdad reveladora.
No solo eres consciente de que NO PUEDES escapar: lo verdaderamente desconcertante es que NO QUIERES escapar y solo existe una salida; abandonarte, sumisa y placenteramente, al control absoluto de tu Diosa.
Es una batalla perdida. Solo DESEAS MAS.
Continuará….