by Steward Metatron.

Que el BDSM es algo criticado y para «desviados», como hasta hace poco nos calificaba el DSM IV (gracias al V ya no es una parafilia) no es ningún secreto. Y que se ha ido filtrando al mundo «convencional» (no acaba de gustarme el término «vainilla» cuando tiene una connotación despectiva), es también un hecho.

No lo digo por la serie Bonding, de la que hablamos hace poco, y que ha cosechado no pocas críticas debido a su pobre tratamiento del BDSM, sino a la gran profusión de artículos y medios que reflejan noticias relacionadas con el BDSM sin presuponerlo como algo negativo.

Es decir, es una práctica cada vez más aceptada como una parte de una sexualidad alternativa.

Medios como La Vanguardia trata sobre temas relacionados y menciona abiertamente el BDSM y ya fuera de sensacionalismos. De hecho el artículo es bastante interesante, publicado en la significativa fecha 24/7 del año pasado y para que este año tenemos nosotros algunos planes, por cierto, por si aún no te has enterado.

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En el artículo mencionado hablan de una encuesta de Lelo donde revela que entre los practicantes del BDSM prepondera la figura de la mujer mayor de 35 años (encuesta de 2018). También, a lo largo del mismo se desmienten cuatro mitos sobre el BDSM. A donde quiero llegar con esto no es a la validez del propio ejercicio periodístico sino al tratamiento en sí. Porque reflejan datos, comentan, de nuevo, desde fuera, no desde dentro. El BDSM tiene un alto componente, entre otros, underground, y es parte de su esencia, de ahí que no se filtre tanto de dentro afuera como les gustaría para poderlo entender. Pero es su propia esencia. Sin embargo, ahí está, un artículo en el cuarto periódico en lectores del país hablando del tema.

Sí, se ha desmitificado mucho, pero las reuniones de la gente del ambiente BDSM siguen siendo a puerta cerrada. Y nos gusta que sea así, sobre todo cuando el exterior no está dispuesto a entender, porque simplemente al estar fuera de la norma, trabajos como el de Domina Ghalia siguen teniendo un matiz sórdido y morboso para muchos, y altamente censurable (de puertas afuera) por parte de otros. Y es que el BDSM en el mundo vainilla se está normalizando como una práctica más. Sí, con ciertos matices y que no todo el mundo va ni quiere entender, pero tampoco es lo que pretendemos. Si algo aprendes del BDSM es que lo que ocurre en la mazmorra (en la cama, en tu casa, en tu cuarto de juegos), ahí se queda, es algo íntimo. El BDSM tiene también ese componente: el de la intimidad, más allá de la discreción. Es algo entre dos (o más, claro, dependiendo de las prácticas) y que raramente se compartirá abiertamente.

No creo que el BDSM vaya a ser algo de dominio tan público como para hablarlo tomando un café en una terraza, desde luego (aunque a veces pasa), pero sí que ya ha perdido parte de ese halo de sordidez para ser una práctica más que el mundo vainilla empieza a entender.