A mi Diosa Ghalia:
Han pasado unas cuantas horas desde que nuestra sesión concluyó y debo expresar que me siento en una nube. Estoy intentando poner mis pensamientos y sensaciones en orden. Creo que en las siguientes palabras podré expresarlo o al menos lo intentaré.
Es normal sentirse abrumado, nervioso o inseguro a la hora de tener una primera sesión con una domina profesional. Aunque llevo años interesándome por todo lo concerniente al BDSM y viviéndolo de diferentes maneras, el día de hoy marca un antes y un después. Un día inolvidable.
Gracias por la acogida, por hacerme sentir seguro. En cuanto lo sentí, bajé la guardia y me dejé en tus manos de Diosa. Desde la estética, la ambientación, la forma de hablar y el desarrollo de la sesión no sé con qué parte quedarme como la preferida, ya que todos los momentos fueron igual de bonitos.
El primer momento, la imposición del collar, fue muy agradable. Esa sensación me encantó, y mucho más ir detrás de mi Diosa a cuatro patas. Normal.
Por otro lado, tanto las uñas sacando mis pequeños pezones como las pinzas japonesas, confieso que me han excitado mucho. Y si se le une el CBT, realmente es una pasada.
Me vienen a la mente dos momentos: atado a la cruz y en el suelo tumbado. Sentirme atado y no poder escapar, la fragilidad, el que todo lo demás no dependa de mí, me libera, me excita. El tirar de las pinzas hasta quitarlas de los pezones, ¡bendito dolor!
En el suelo, el facesitting me chifló. Es una sensación con muchos ingredientes en mi mente. Gracias por besar su precioso culo.
El CBT, el ballbusting y la cuerda atada han hecho que ya no pudiese más que dejarme totalmente en sus manos. Durante los días de atrás, había hecho el ejercicio de continencia, sin saber si culminaría o no en esta sesión. El no saber y la entrega han provocado en mí una excitación brutal.
Recuerdo ahora la vela y la cera recorriendo mi cuerpo, ahí creí que iba a explotar. No podía dejar de mirarla y decir: “gracias, mi Diosa Ghalia”. El flogger y la fusta me han castigado pero mi cuerpo me pide más. Tiene razón, soy una cerda. Y más cerda me convertí cuando en el potro chupé su polla y puse con la boca el condón (buffffff). Después de cada embestida sentía como estaba a punto de reventar de placer.
El final de nuestra sesión fue intenso, ya no podía pedir más.
De rodillas ante mi Diosa, el volver al mundo después de nuestra sesión ha sido muy cómodo.

Gracias de corazón.
Su siervo, que está para complacer y obedecer.