BDSM o «sadosmaso» (como si fueran lo mismo, pero en tu cortedad, así lo llamas porque, «pa’ qué») ¿es la nueva normalidad? Ojalá, mira. Pero aún le queda mucho camino.
Tiene que ver esta reflexión con varias entrevistas que he estado leyendo aquí y allá, gente con supuestamente pocos pelos en la lengua que dicen que les gusta mandar, ser duras y agresivas en la cama o yo qué sé. Que dicen que han hecho de todo, atar y ser atadas, y ponen en el mismo nivel los látigos y las esposas, pero luego dicen que la cera de vela es otro nivel más avanzado. Perdona, ¿qué?
Los látigos son instrumentos que tienen mucha técnica y requieren espacio y una mano diestra, por no decir que dejan marcas más o menos transitorias. A tenor de lo que he leído casi seguro que se referían a los floggers, pero claro, para qué aprenderse nada, mejor digo látigo y ya.
En directo le proponen a otra periodista que si hiciera algo con una mujer sería con ella porque está buena (es otra mujer la que habla) y todos se sorprenden, y la primera pregunta con más vainilla que un helado de tarrina del Mercadona es «qué es lo más fuerte que has hecho, porque dices que das hostias en la cama». De verdad que hay algo de «lo vainilla» que nunca me entra en la cabeza: la presunción y las pocas ganas de entender, lo fácil que se recurre al prejuicio. BDSM o sadomaso (qué poco me gusta el término ese) equivale violencia y a «dar hostias». Hale, así, porque sí.
Esos dos vainillas que hablaban (y no es que la de los látigos y las esposas fuera muy del ambiente, ya te lo digo yo), no saben que se puede hacer una sesión de BDSM sin dar una sola «hostia». Sin tocar. A veces, sin hablar. No saben lo que es el intercambio de poder. Pero sobre todo, lo que no saben, es que nos movemos con unos límites muy estrictos, con un control total sobre lo que hacemos.

Hay un libro sobre el tema: BDSM, Estudios sobre la dominación y la sumisión, que tampoco me ha gustado demasiado. Junto a artículos supuestamente sesudos y profundos de psicología y sexualidad, la abundancia del término sadomasoquismo para englobarlo todo y otros capítulos que eran meras recopilaciones de cómo a tal o cuál les gusta hacer una sesión, de forma lúbrica y atropellada pero sin explicar nada sobre límites, solo una sucesión de cómo le gusta tratar a las sumisas sin hablar en ningún lado de consentimiento, tan solo diciendo que va por ahí poniendo collares, esposando y demás en plan alfa. Y también es el relato de una mujer, curiosamente, no del típico amito de turno de los locales. Un despropósito.
Dijo Emma Watson, sí, la actriz, nuestra querida Hermione, que admiraba el sexo kink porque es donde más en cuenta se tiene el consentimiento, que está más libre de prejuicios. (Si buscáis cualquier titular sobre esto, solo está la frase que ella dijo sobre el tema y la carnaza de los titulares que hablan de «métodos kink», «fanatismo kink» y otras mierdas que ni siquiera inciden en que lo que la actriz centra es EL CONSENTIMIENTO, pero ya se sabe, con tal de vender…).

En fin, como conclusión: vainillas de la vida, estudiad un poco y deshaceos de prejuicios, que esto no va de «pegar hostias», esto va de consentimiento y respeto. A ver si quien tiene que revisarse vais a ser vosotros y no los «pervertidos» del patio del BDSM o sadomaso.
Estimada Ama:
Totalmente de acuerdo, si me permite añadiría que, además de consentimiento y respeto, hay confianza. Confianza, por ejemplo, por ser esposado (o privado de los sentidos o inmovilizado…) por mi Ama sabiendo que la experiencia va a ser satisfactoria para ambos (a diferentes niveles, claro).
Un respetuoso saludo.
Siempre a Sus pies