No son pocas las series que actualmente están en las plataformas que se centran en el llamado «True Crime», los crímenes reales, en los que, con toda morbosidad y rigurosidad, se recrean e investigan.
Escuchando hace poco un podcast de una especialista en el tema, cómo no, aparece el término de BDSM en el ámbito de las parafilias donde las fantasías de dominación y las prácticas de alto impacto se ponen de relieve como algunas de las favoritas entre psicópatas, sociópatas y demás calaña. Por supuesto, dejando al margen a las personas que, sin tener ningún trastorno de la personalidad como esos mencionados, lo practican y practicamos en nuestra intimidad.
Hay un chiste recurrente sobre ello: «Si el señor Grey no fuera un millonario y todo lo de la serie transcurriera en una caravana, sería un capítulo de Mentes criminales y no un bestseller erótico». Y algo de razón no le falta, por ese personaje está realmente basado en un psicópata real.
Es el caso de John Robinson, llamado slave master, y referenciado como el primer psicópata de internet, que, prendado de una mujer, le impuso un contrato de esclavitud de 115 cláusulas que ella firmó libremente. El contrato está por los vericuetos de la red y se puede conseguir fácilmente; de ahí parte la inspiración de la infausta novelucha de E.L. James que más que de dominación y BDSM habla de una historia de abuso y no respeto de límites.
Al margen de todo esto, es inevitable que la cultura pop y la cultura vainilla hayan acercado su visión al BDSM para quedarse con lo que les interesa, les escandaliza o les llama la atención, sin profundizar realmente en lo que es: una serie de prácticas consentidas y conscientes que, más o menos extremas, cada una en su marco de acuerdo, son una relación sana entre adultos.

Y es que sigue siendo una pena que, personas que no conocen nada del tema, hablen sin siquiera estudiarlo o hacer el más mínimo esfuerzo por comprenderlo, dejándolo tan solo en el ámbito de las perversiones porque se alejan de «lo normal», Ya hemos hablado mucho del tema en otros posts, y no somos tan inocentes como para esperar que la sociedad lo acepte, porque no hay luces sin sus sombras, y aunque nuestro ámbito esté sumergido en algunas de las sombras (la sociedad se construye sobre sus vicios, parafraseando al divino Marqués), muchos se mueren de ganas por entrar en ellas. Y como no se atreven, su moral pacata, sus prejuicios y su falta de empatía es lo que les hace hablar como lo hacen del BDSM y cualquier práctica, como el fetichismo, que se aleje de un «triste misionero y buenas noches».
Mientras tanto, sigue siendo una pena que en los ámbitos donde más aparezca el BDSM, además de en nuestro underground, aunque poco a poco nos hemos acercado más a la superficie (o Decathlon no vendería tantas fustas en sus tiendas: no hay tanta gente que practique equitación, os lo digo yo, que tengo tres), sea en las investigaciones relacionadas con el true crime y en casos escandalosos de los famosos y famosetes o en series igual de pacatas, prejuiciosas donde quien practica el BDSM lo hace como secreto oscuro o es un personaje que finalmente se «redime» y se aleja de ese mundo para volverse una persona respetable de la sociedad, como hicieron, tristemente, con el gran personaje de Lady Heather en CSI Las Vegas.

Espero que algún día nos cuentes más sobre la película “Amarrados al Amor”, como prometiste en el post del 4 de mayo.